Desmantelando las asimetrías

Mi participación en el Aula Comunitaria Norte-Sur comenzó con muchas dudas e incertidumbre. No sabía con claridad cómo podría aportar a esta experiencia, ni de qué manera podría contribuir en las discusiones, los diálogos y las reuniones. Me preguntaba cómo se instauraría este espacio y, sobre todo, cómo podríamos motivar a otras personas a involucrarse en una propuesta que apuesta por una forma distinta de pensar y hacer educación.
Uno de los mayores desafíos fue deconstruir mi formación docente inicial, marcada por un enfoque tradicional que, desde el primer año de carrera, moldeó muchas de mis ideas sobre lo que significa enseñar. Tuve que aprender a mirar desde dos perspectivas: por un lado, la práctica pedagógica tradicional que había interiorizado; por otro, la propuesta transformadora del aula comunitaria, que era además la parte principal de mi tesis de pregrado. En esa tensión, fui descubriendo que el equilibrio no estaba en elegir una u otra, sino en cuestionar críticamente lo que había aprendido, para darle cabida a nuevas formas de educar y de vincularme con las niñeces.
Conocer el mundo interno de las niñeces, leer autores y autoras críticas, y reflexionar desde una mirada decolonial, feminista y antirracista me permitió resignificar mi rol. Descubrí que mi verdadero aporte al aula no era solo académico o técnico, sino que estaba en mi disposición a participar, a cuestionarme, a mirar con atención. A medida que el tiempo pasaba, comprendí que mi participación no residía en tener un rol clave o un papel específico. En lugar de eso, mi aporte era ser parte de este proceso horizontal, de colaboración y coordinación. En el desmantelar las asimetrías y las lógicas del orden hegemónico, el aula se convirtió para mí en un espacio para las experiencias infravaloradas y para los conocimientos situados que el sistema tradicional ignora. Mi rol, entonces, fue el de ayudar a construir un lugar donde las voces y los saberes de la comunidad educativa no fueran silenciados. Comprendí que participar activamente en este espacio con enfoque dialógico y de justicia social significaba desaprender, observar con detenimiento, y co-construir. Fue entonces cuando entendí que no son las formas tradicionales de enseñanza las que realmente generan aprendizaje, sino el diseño de experiencias con sentido para los participantes, el diálogo genuino, y las oportunidades que se abren cuando los niños y niñas son considerados sujetos activos en el proceso educativo.
Recuerdo especialmente el momento en que aplicamos el primer diagnóstico. Fue una de las primeras actividades y, a la vez, una experiencia que me marcó profundamente. Creo que fue en ese encuentro donde quedaron expuestas muchas de mis dudas y contradicciones. A pesar de querer establecer un diálogo sincero y horizontal, noté cuán arraigadas estaban en mí ciertas lógicas del modelo tradicional. Esa experiencia me reveló de forma muy clara las limitaciones de un sistema educativo adultocentrista, que valora más los resultados cuantificables que las voces y pensamientos de las niñeces, un sistema que no les permite cuestionarse, explorar o expresar su mundo interno.
Fue en ese momento cuando el aula comunitaria dejó de ser una tarea académica y se transformó en una experiencia personal. Sentí que realmente formaba parte de una comunidad que comparte un objetivo común.

Michelle Ardiles Gallardo
Profesora de Educación Básica
Investigadora Fondecyt

One Reply to “Desmantelando las asimetrías”

  1. Paola says:

    Como docente cómo fueron las etapas en el proceso de deconstruirse.
    Qué lecturas podrías recomendar?

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